viernes, 9 de junio de 2023

Primera Jornada: Diarios de Sombra. Lado B.

 

El mundo ya acabo. Somos fantasmas arrastrándonos en la barriga de la noche y el silencio. El olor a sangre y humo se levantan de la tierra seca. Lamentos distantes y esporádicos se escuchan a la distancia. Respiración agitada, el aire ahogándose en un cuerpo pronto a su deceso. Era un campo de batalla, un pueblo decimado, cuerpos esparcidos como pavesas de una gran hoguera que se iba apagando.

A la distancia, una figura oscura se pasea entre los cadáveres que se secan al sol, buscando con la cabeza gacha, observando a los buitres pelearse por los restos, de pronto se aproxima al de respiración agitada, acerca su cabeza encapuchada a la boca de aquel que estaba por dejar escapar el estertor final como si se lo fuera a tragar.

Como una bestia salvaje con las garras clavadas sobre su pecho, aspirando ese último estertor, ahogando ese último sonido de vida que se perdía para siempre en aquel paisaje árido y ominoso. 

Sus garras apretando levemente la tela de la prenda del, ahora occiso, como para no perder el equilibrio mientras su cabeza se caía hacia atrás en éxtasis, como si toda la vida de aquella persona le pasara frente a los ojos pero también como si de repente su cuerpo sutil se hiciera uno con la carne y pudiera por un rato beberse en un solo aliento la suma de los dolores y alegrías que hicieron temblar a esa persona que ya no era más que un cascarón vacío, listo para alimentar gusanos y buitres.

Luego de un rato, se aleja de los restos y se acomoda por unos momentos en un montículo de tierra, mirando el panorama desolador, con un cansancio infinito por la larga jornada, la gente muriendo en un caos bélico, en un momento tantas voces y sonidos y canciones se silenciaron. 

De pronto, sintió otra presencia como la suya aproximándose en silencio, también con una túnica oscura y una gran capucha que hacía sus rasgos imposibles de definir como si de hecho no hubiera nada más que vacío bajo la capucha, nada más que sombras.

“¿Crees que era un hombre justo? ¿Cuántos justos quedan en esta tierra chamuscada por el odio?” preguntó la figura de pie mientras se detenía a pocos pasos.

“Estoy cansado de ver sus miserias. Sus canciones violentas y discordantes me aturden. Ni sus breves alegrías me sacan el sabor amargo de tantos cuerpos ahogándose en penas y en sangre. Sus pasiones mezquinas me dan vergüenza. No puedo esperar hasta que no quede ninguno.”

“Esas son cosas que no podemos forzar.”

El viento y el fuego crepitando en los últimos rescoldos era lo único que se escuchaba. Ya no quedaba quien se lamente en esa tierra devastada. Hasta los buitres se habían retirado con las tripas henchidas de muerte.

“Cuando hay voluntad hay un camino.”

“Cada cosa tiene su ciclo. Cada canción tarde o temprano se acaba y hasta los dioses se perderán en el olvido. No tiene sentido acelerar los ciclos mientras lo que tenga que suceder sucederá.”

“Justamente, si va suceder… porque molestarse con prolongar la agonía de estos seres malditos. La que sueña sus canciones esta triste y sólo sueña pesadillas.”

“Todavía hay armonía. Algunas melodías son terribles pero eso no hace que la canción entera sea un desperdicio. Hay muchas cosas que ni tu ni yo sabríamos si no fuera por la música.”

“Estoy cansado y me aturde el ruido. Se andan matando a ritmos vertiginosos pero aún no lo suficientemente rápido para desaparecer. Me parece que necesitan ayuda. Es todo.” Dijo con sorna la figura sentada mientras se levantaba “No hay mucho que me puedan enseñar bestias como éstas. El único momento satisfactorio de sus melodías lamentables es cuando se aproxima el final. Esa última nota cuando saben que no hay escapatoria y por un segundo son capaces de sentirme sobre sus pechos a punto de robarles el último aliento”

“Es algo preocupante lo mucho que disfruta ese momento. ¿No te parece? Si sólo esperas el final de la música nunca será capaz de disfrutarla.”

“Este se creía un héroe. Desperdició su vida miserable luchando por cosas sin sentido. Sacrificándose por otros y aunque sentía que era lo que debía hacer en el fondo alimentó un resentimiento por qué tanta buena acción y sacrificio no le redituaron nunca, sentía que la vida le quedaba debiendo pero su cobardía le impedía incluso poner ese resentimiento en palabras” su tono de voz también trasmitía resentimiento y podría parecer como si estuviera hablando de sí.

“¿Podría ser que te hastía tanta guerra y matanza? ¿Te hace falta un descanso? Se siente mucho olor a juicio en tus palabras y eso es algo que no nos corresponde” lo decía de manera tajante pero a la vez con dejos de preocupación.

“El ruido me aturde de todas formas, no importa si me detengo y descanso o no. No puedo dejar de escuchar ese murmullo continuo que sólo se detiene cuando saboreo su último aliento. Mi único escape es cuando termina ese lento agitarse en murmullos alaridos y gritos hasta caer de bruces al túmulo”.

Su sombra se deslizaba sin descanso en los campos de batalla, en los hospitales, en los pueblos pobres y en los palacios, entre gente que un día festejan jubilosos la existencia y al día siguiente se estrellan con el fin de todas sus posibilidades y los deudos lloran sus muertes prematuras; pero también, recorría los hospicios donde desesperadamente imploraban su presencia segadora, rogaban el final de su sufrimiento pero no dependía de su merced concederles ese tipo de deseos, sólo podía escuchar la música y beberse hasta la última nota para beberse el silencio final en un éxtasis casi impúdico.

Lastimosamente, el placer cada vez parecía más efímero, la música más aburrida o discordante, la labor cada vez más ardua y la recompensa más ínfima en comparación. ¿Podría haber una manera de concederles el deseo de incidir en la música y silenciarlas a un ritmo desenfrenado para que rápidamente todo termine y no quede nada más que silencios?